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lunes, 21 de marzo de 2011

La Pasión Según Domingo (CUENTO)

I. “Casi todos sabemos querer…”



Eran días propios del verano, el calor atosigaba la dilatación de los cuerpos cuando el ingeniero -según se conoció en las referencias históricas publicadas en los papiros de comunicación social que se encontraron al pie del cerro Cihuapilli- al mismo tiempo de festejaar su cumpleaños, encomendaba las tareas, cargos y atribuciones para la celebración del nuevo viacrucis del sábado de gloria, fecha señalada para la crucifixión de Jesús O. "El Nazareno", y no precisamente por ser familiar cercano de Mario Nazario, quien interpretaría el papel de Bartolomé en esta pascua, fiel seguidor de Jesús O. a quien llamaban tambièn El Secretario; dedicándose a  plantear qué hacer ante el embate del grupo opositor que seguía aferrado a la idea de crucificar al susodicho.

“Yo ya le dije a Jesús, que si sigue así como va, queriendo emular prodigios, no le auguro que llegue ni al 1º de mayo”, recordaba el ingeniero a los suyos y a los ajenos reunidos en torno a la mesa de la última cena, mientras el aludido Jesús, volteaba a mirar hacia uno y otro lado como queriendo advertir a los ahí presentes, “Pues antes se decía aquello de que uno de los aquí presentes me va a traicionar, pero a mi se me hace que ahora no hay ni en quien confiar.” Esto decía mientras las citaras, trompetas, y tamboras de la banda del Gandaya interrumpían la tranquilidad de la noche azul, medio constelada.

Entrada la noche, Javier Iscariote, fenicio llegado de la aldea tricolor aseguro a Jesús que en el grupo era querido por todos, y difícilmente alguno lo expondría al oprobio y la vergüenza del sacrificio para el perdón de los pecados de los hombres azules, “Pues sí, finalmente debo de reconocerlo ¡uno de los aquí presentes habrá de traicionarme esta noche!,” y ante lo dicho un murmullo se levantó entre los presentes que opacó los acordes de “Yo soy el aventurero, y a las pruebas me remito.”


Fumigación del Mercado Municipal
 Fue el ingeniero, conocido como San Pedro, quien incrédulo miro a los ojos a Jesús O. y le replicó con feble voz, “¿Acaso seré yo divino maestro? tu sabes que yo estaría dispuesto a dar la vida por ti”, respondiéndole Jesús con voz amorosa tal y como se obligaba en estos casos, “En verdad os digo, de que antes que cante el gallo, me habrás negado ante Armando Carrillo tres veces, dicho esto Santiago Ignacio o El Mayor, quien antes de unirse a la banda de discípulos del maestro se dedicaba a la venta de verduras en los tianguis y mercados, arengó a todos mientras levantaba su copa, “Ya dejémonos de chingaderas, y chupemos para no estar tristes”, esto que aquí se cuenta se conoció mucho tiempo después dentro de los archivos de historias que quedaron guardados en comunicación social, y fueron rescatados luego que Carreño intentaba echarlos a la basura.



II.  “Pero pocos sabemos amar…”

Después de ocurrido esto, Jesús O. acudió a realizar sus oraciones al campus de la U. de C.  lugar donde era reconocido por su capacidad de hacer milagros, resucitar entuertos y hacer andar pleitos que por muchos años estuvieron paralíticos, haciéndose acompañar en esta travesía de mismo Leure Larios, o Santiago El Menor, quien decidió seguir los pasos del maestro desde una pequeña choza construida cercana a una Higuera, y habría aprendido cuestiones de leyes, si no muy bastas, si acaso lo suficiente para saber defenderse de los embates de los judíos, en especial de “Caifás con lo que Traigas”, sumo sacerdote de la televisión, a quien también se le conocía como el Kche o Zenón de Plato Grande y de Gabriel El Verde como también fue nombrado por otros evangelistas, y también de Armando Carrillo o Anás quien se hacía llamar “El Apalcuate” y buscaba siempre robar hasta el mínimo brillo de las luciérnagas, buscando que prevaleciera en el ambiente la negrura, al igual que privaba al interior de su alma.

Juntó con Jesús O. su cuadro de seguidores se observaba entre los apóstoles a San Pedro o Domingo Martínez, San Andrés o Jorge Vázquez, Santiago Ignacio El Mayor, San Juan o Ángel Gómez, San Felipe El Constructor o Víctor, San Bartolomé o Mario Nazario, San Mateo o Cesar Campos, Santo Tomas o Isidro El Contador, Santiago El Menor Leure, San Judas Tadeo o Lalo Marín, San Simón o Arturo Rocha encargado de subir a la pagina web las andanzas de Jesús, y Javier Judas Iscariote, quien además de facilitarle en mensualidades el pago de su sepultura finalmente vendería al maestro por 30 monedas y una botella de mezcal oaxaqueño siguiendo los usos y costumbres propios de su pueblo de beduinos.

Recibiendo recursos
Fue al retorno cuando un halo divino bajaba junto con Jesús O. quien alguna vez caminara sobre las aguas gracias a la ayuda de sus discípulos Andrés, Mateo, y Judas Tadeo; quien se convirtiera desde entonces. gracias a este prodigio como el santo de las causas mas milagrosas; pues sí, precisamente al regreso de su oración se toparon con Javier Judas Iscariote, quien acompañado de centuriones, panistas adherentes  y uno que otro priista renegado, se fue acercando lentamente hacia Jesús O. quien al verlo, supo que se cumplía lo que ya estaba escrito en las sagradas escrituras y solo replicó a J. Iscariote: “Con un beso entregas al hijo del hombre”; -“Pues ya ves maestro, de viejo le llegan a uno las ganas”, siendo entonces aquél apresado por los guardias pretorianos enviados por el procónsul Octavio.



III. “Y es que amar y querer no es igual…”

El Nazareno entonces fue llevado a la casa de Caifás con lo que Traigas, lugar en donde se encontraban los estudios de televisión para grabar el suplicio, siendo interrogado por Estrellita Marinera, quien durante varias ocasiones, enviada por Caifás -quien solo de verlo se estremecía de rabia- le preguntó: “¿Entonces, en verdad tu eres el Mesías, el rey de los judíos?”, respondiéndo Jesús O. lacónicamente: -“Tu lo has dicho…pero antes deja contarte la historia de la luciérnaga que va dejando su luz para iluminar el camino de los que vienen atrás”, en esas estaban cuando Anás, conocido también como El Apalcuate, llego y se tragó a la luciérnaga de la parábola y se terminó la narración de dicho cuento.

Enojado Anás envió a Jesús al Congreso, para que le hicieran juicio político por blasfemo, alterar actas y dejar morir juicios en perjuicio del pueblo, mientras que Zenón de Plato Grande arengaba al pueblo para disponer fuera expuesto a juicio y llevado al sacrificio de la crucifixión por  el perdón de los pecados de todos los hombres azules.

San Pedro, enterado del suplicio que vendría para Jesús, se acercó buscando hablar con los sacerdotes judíos tratando de interceder por su maestro, sin embargo antes de llegar hasta donde estos se encontraban, un vendedor de pantalones lo sorprendió y gritó en medio de la turba, “¡Tu eres seguidor de Jesús, yo te he visto con el en más de una vez!” y temeroso de ser agredido por la gente respondió: “¡Yo ni lo conozco, no se de que me hablas!” escabulléndose hacia la salida, en donde fue sorprendido por Alejandro Yáñez, profeta del desastre y aprendiz de sacerdote del Torá, quien de nuevo replicó a Pedro: “¡Es cierto, yo lo he visto en la tele junto a Jesús, en realidad es uno de ellos!”, y de nueva cuenta San Pedro volvió a negarlo, emprendiendo carrera no sin antes tropezar, siendo auxiliado por Carlos Alfonso, paramédico judío, quien al verlo se sorprendió y le volvió a hacer la misma pregunta, “¿ Qué no eras tu un seguidor de Jesús?”  moviendo la cabeza con insistencia negando tal interrogación, escuchándose en ese entonces cantar a un gallo y salir a la calle a Anás, o Armando Carrillo cantando la de El Malquerido, fue entonces que Pedro recordó lo dicho por Jesús anteriormente, echándose a llorar apesumbrado, y arrepentido de haber negado a su amigo.


IV. “Amar es sufrir, querer es gozar…”

Ante la cercanía de la Pascua, Jesús O. fue llevado al palacio de La Cajita, lugar donde el mismo Poncio Octavio esperaba ya que le solicitaran los pueblos judíos tomara una rápida decisión acerca de qué hacer con Jesús, de quien a su opinión personal, este no había hecho nada para merecer un castigo que no fuera más allá de 50 azotes en la explanada del atrio, para beneplácito de la gente y de alguna forma mostrar firmeza ante los suyos.

Sin embargo Caifás y Anás, interesados en la aplicación de la pena capital para Jesús, se acercaron a Poncio Octavio, para por medio de intrigas atemorizarlo, “Si lo dejas libre, ya nadie te respetara”, “No lo hagas por nosotros, si no por este pueblo generoso que tanto te ha dado”, se interrumpían uno a otro tratando de convencerlo que lo condenara a la pena de muerte, y lo crucificaran sin mayor preámbulo, a lo que Poncio, con una serenidad propia de su poder, respondió, “La verdad no veo en este hombre mayor pecado, que querer convertirse en el rey de los judíos ¿qué pecado le ven ustedes a todo esto?”.

“Nosotros no conocemos otro rey que Emilio, si no procedes en contra de Jesús, estarás procediendo en contra de Emilio”, ante la tozudez de los contrarios; Poncio de nueva cuenta intentó convencerlos: “Propongo que se le castigue a Jesús con cincuenta latigazos y después se le deje libre”, a lo que Anás, vivo como él solo replicó: -“¡Ah que mi Poncio! Pa’ eso me gustabas o ¿Qué acaso te tiemblan las patitas a la hora de tomar las decisiones?” eso a final de cuentas fue lo que  convenció a Poncio Octavio, pero aun así trato de buscarle una salida digna a Jesús y no condenarlo a una muerte segura, recordó que en la Pascua se acostumbraba librar un preso como señal de perdón, comunicando a Caifás y Anás lo siguiente: “Propongo pues que por ser la Pascua, pidamos al pueblo que decida, liberamos a Jesús O. o al terrible Barrabás, secuestrador desde hace años del PRI, y enemigo declarado de ustedes”, a lo que luego de una breve deliberación sacaron a Jesús al balcón, lo mismo que al terrible Barrabás, solo que en la parte baja Caifás con lo que traigas y Anás, se dedicaron a azuzar a la gente; -“¡Pueblo de Israel, he escuchado los reclamos de algunos de ustedes que exigen decrete una sentencia en contra de este hombre, al que acusan de crímenes abominables, como alterar actas, echar bronca a los chichihuis, perder juicios, autonombrarse rey, y se me hace que hasta le va al América!” Poncio hizo una pausa mientras Juan Manuel Mancilla se encargó de echarle aire con unas hojas de vástago, para enseguida proseguir su alocución: -“Sin embargo, se acostumbra que por la cercanía de La Pascua, el César ordena liberar a un preso como muestra de buena voluntad con ustedes!”, el barullo de la multitud creció en forma descomunal continuando Poncio con su mensaje decretorio:  -“Pues bien, yo propongo que ustedes elijan a quien debo de castigar, a Barrabás, salteador, secuestrador, y todo un pillo o a Jesús O, que es sereno, sabio, y hasta el Rosario sabe rezar en latín”, esperando un posible perdón para El Nazareno, Poncio se sorprendió al escuchar a la turba gritar a voz de cuello, “¡Suelta a Barrabás, queremos a Barrabás!”, increpando a la multitud: -“¿Y con Jesús, que sugieren debo hacer?” -“¡Crucifícalo, crucifícalo!”; sorprendido volteó su mirada a quienes lo acompañaban, y pidiéndole a Mancilla una jarra con agua, se lavo las manos y exclamo: -“Ustedes lo han dicho, que se cumpla entonces la ley.”


V. “Yo que fui tormenta, yo que fui tornado…”

Luego del juicio, Jesús O. fue llevado a las mazmorras en donde recibió azotes de los soldados, empleados de Tele Sur, fareros, asesores de regidores, y hasta Luisito García se subió a un banquito para darle un “estate quieto” al denominado rey de Reyes, “¡Jajaja! ¿donde están tus discípulos? dile a tu presidente que venga a salvarte ahora”  recibiendo durante toda una noche su castigo acudiendo únicamente a merodear Pedro, temeroso para conocer la suerte de su maestro, ahora si camuflajeado vestido de precandidato a diputado para evitar ser reconocido por la turba, ansiosa de ver correr sangre.

A la mañana siguiente muy temprano, se decidió llevar a Jesús al suplicio final, ver un promocional del Ayuntamiento y cargar una cruz desde su celda hasta las alcantarillas de las vías del tren, por lo que desde temprano Nacho y Cuca, inspectores de la ley, se dedicaron a repartir vendedores de fruta, refrescos, tostadas, y tejuinos, por todas las partes donde pasaría El Nazareno cargando la cruz, con el compromiso de repartirse las ganancias y las túnicas del divino maestro caído en desgracia por culpa del sanedrín opositor de cabildo.

El comienzo fue difícil, ya que de la misma barra de abogados le enviaron a Jesús, una corona de espinas para que se sintiera un verdadero rey según decían ellos, además que de acuerdo a la sentencia se había ordenado se crucificaran junto a él, un par de ladrones llamados Dimas y Gestas, que eran representados en esta ocasión por Juan Pablo y Lorenzo, que siempre había querido ser tomado en cuenta en el reparto final y se le concedió pero con crucifixión incluida, el camino era largo y no exento de tropiezos, además que detrás de Jesús se incorporó Gabriel Guzmán, quien azuzaba con un látigo a su reo, mientras la gente lo insultaba a lo largo del camino, todo esto grabado por las cámaras de Tele Sur, y documentado por las graficas de Plural y Directo, el Amanecer y el Faro; hasta que, en la segunda caída, sus captores pidieron a un hombre que observaba el martirio ayudara a Jesús a cargar la cruz, correspondiendo a Sandoval, hombre misterioso dedicado a la seguridad quien tuvo que asumir sin chistar el examen de confianza decretado por la historia.

Al llegar al lugar elegido para el sacrificio, Jesús O. volteó hacia ambos lados y exclamó por primera vez, “¡Presidente, presidente!, ¿por que me has abandonado? mientras que empleados de Tele Sur y periodistas tercermundistas que cubrían las incidencias de palacio peleaban por los despojos; procedieron, entonces a subir al nazareno a su martirio, Jesús estuvo un rato siendo observado en escarnio por la multitud que acudió a presenciar su suplicio y por una multitud mayor que presenciaba por televisión el acontecimiento, miró a lo lejos y exclamó apesadumbrado: -“¡Tengo sed!”, acudiendo presuroso el Gandaya, que por fin encontró jale en su papel de artista, quien pidió apoyo al comité organizador para dos botellas, y por medio de una estopa, solamente le dio un poco de vinagre al mártir para que resistiera un poco mas el sacrificio.

Dentro del trance Gestas o Lorenzo comenzó a renegar de su suerte pidiéndole a gritos a Jesús: -“¡Si en verdad eres el hijo del hombre como dices, sálvanos a nosotros  y sálvate tu, o pide a tus cuates de Agenda desde lo local que te certifiquen para poder evitar este martirio!”.

Siendo su voz acallada por Dimas El Buen Ladrón o Juan Pablo Martínez: -“No dudes del hombre, mira nosotros de algún modo engañamos a Chito, y estamos pagando culpas por nuestras acciones, pero este pobre hombre ¿qué mal ha hecho para merecer este sufrimiento?”, volteando hacía uno de sus costados y con las pocas fuerzas que le quedaban dispuestas expresó: -“En verdad te digo Dimas, que esta tarde estarás conmigo en el reino de mi padre … y tu pinche Lorenzo, ya bajaré de aquí para arreglarte las cuentas”.

El suplicio duró por varias horas hasta que a la mitad de la tarde un corto circuito dejó sin luz el pueblo, además que la policía tuvo que sofocar un pleito entre vendedores de agua de coco y parecía que amenazaba con a llover, fue entonces cuando ante tanto incidente que distraía la atención de la gente, Jesús volteó sus ojos hacía el cielo, y sin más preámbulos expiró.


Sin embargo como colofón a esta historia, según los libros de actas de cabildo, Jesús resucitó al tercer día, y fue reinstalado en su cargo de Secretario del ayuntamiento, siendo todos felices por siempre con excepción de Caifás con lo que Traigas y Anás que se indigestó luego de comerse una luciérnaga. 

Roberto Gutiérrez F.

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