Un día le obsequiaron un libro de superación personal, y humilde como siempre fue en vida el Maese lo devolvió porque según el su vida era ya insuperable, lector asiduo de textos de monjes tibetanos, seguidor de la música de Jimy Hendrix, Bob Marley, Robert Plant, Malcom Young, George Simmons, Freddy Mercury, Gustavo Angel el Temerario, y Lagrimita.
Conoció manicomios, cárceles, hospitales, cantinas, antros, y prostíbulos, en busca de su verdadero yo, sin lograr encontrar más que rostros patibularios en cierta forma semejantes en circunferencia y profundidad al drama interior sin encontrarse más allá del olor putrefacto de tumbas abiertas donde ya ni siquiera los buitres se arriesgaban a acercarse en busca de tales despojos, si eso pudiera llamarse ese amasijo de sangre, y arterias ya secas a causa de la ingesta desmedida de grados de densidad alcohólica.
Fue un maestro en el arte de la mentira, magnifico conservador que conoció de tantos temas que era una fuente inagotable, de palabras, frases, y conjeturas que sus seguidores tardarían años en descifrar.
Su nombre, ni siquiera digno de aparecer en los directorios telefónicos, ni en las tarjetas de presentación de empresas multinacionales, si acaso en el buró de crédito, y eso ya es mucho decir,como diría un buen día dentro de sus ratos de lucidez Don Julián Baltazar, hombre ilustre hasta donde se tenga memoria, y uno de sus mas entrañables amigos, esa era parte de la vida aciaga de Iván Evangelio – según San Lucas- esto último lo contamos solo por guardar la cordura y discreción respecto a la memoria de un amigo entrañable que acaricio la gloria de la inmortalidad, y terminó apareciendo en la nota roja como un rostro más, transfigurado de la crisis de identidad de tantos, y tantos otros sin nombre que se perdieron en el anal de una historia en la que supimos nunca fuimos héroes.
Roberto Gutiérrez
Aprendiz de Biógrafo
ya te estabas tardando roberto
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