Buscar este blog

martes, 18 de enero de 2011

CUENTO CORTO -DIJO QUE ERA AMIGO DEL MONSI-

Dijo que era amigo del Monsi -que otra cosa iba a decir pues- por eso lo dejaron entrar, para que contara lunas y soles como todos los que estaban ahí desde hacía mucho tiempo, y terminara comiéndose los otoños redondos que caían del árbol de naranjo que estaba a medio patio.
Nadie le pregunto su edad u oficio, pero seguramente se considero estaba dentro del rango adecuado para saber lo que hacía, por lo que: ni los noticieros, ni los periódicos dieron razón de su extravío, tantos locos ya en el mundo, ¿Qué habría de importar uno más pues?

La refriega vino en partes, el gobierno atacó los escondrijos en donde se refugiaban los beneficiarios de negocios oscuros que no reportaban su parte con los meros “precisos”, y fue entonces que sin saber como ni cuando, las calles se volvieron un peligro.

La señora Lupe que vendía sus caldos a los policías en el recuadro donde hacía esquina las calles de Poca Fortuna, y el Callejón de la Desgracia, aseguraba vivir a diario con el 'Jesús' en la boca, porque ciertamente uno no sabia a ciencia cierta, si una ráfaga, o algún granadazo acabara de pronto con tanto o cual elemento que durante el día eran sus clientes habituales, o su negocio completo; con todo y ollas terminando siempre por afirmar aquello de “Siempre fui pobre pero honrada!”.


Fue la lluvia cantarina que hizo nacer pasto entre los árboles del parque y despertó sapos y ranas que croaban desentonadas, esa fue la señal que la vida seguía por igual, a pesar de las malas noticias, y la necesidad de escuchar a diario los obituarios que escurrían sangre, o las fotos de procesiones mortuorias que cada vez eran más frecuentes y llenaban de viudas y desdichas los cuarteles.


Se decía, porque nunca se comprobó al fin, que desde la ventana aquella de aquel extraño lugar, en el que ermitaño por deseo propio decidió volverse, desde aquel día en la palma de su mano reposaba a diario una paloma que acudía puntual a comer un solo grano de arroz y trasmitirle las nuevas que había allá afuera, mismas que iba escribiendo en hojas sueltas, mismas que fue guardando en una caja de cartón por si algún día la posteridad necesitaba conocer su versión, la de los otros, de aquello que sucedió o no, mientras bebían agua de toronja y alimentos ligeros.


Fue el día que la señora Lupe amaneció con fiebre, y un fuerte dolor de cabeza que motivó no pudiera ir a atender su acostumbrada vendimia cuando ocurrió todo, por eso no se dio cuenta del reajuste de sus clientes habituales, y de la matazón que durante todo el día apareció en los noticiarios de televisión, en donde cuerpos sin cabeza, y sangre, mucha sangre, la suficiente como para horrorizar al mas curtido opinante público.

Un día después el sol volvió a brillar en el horizonte, el gallo de Lucas Montero volvió a cantar y el aleteo suave de pájaros en huida anunciaron las actividades del nuevo día, el cielo se transformó de nuevo en el manto luminoso que acariciaba todos los rincones del patio ancho y nebuloso, en donde horcones sujetaban los lazos donde tendían su ropa gastada y vieja los habitantes del caserón, eso fue durante el día porque horas después la policía encontró muertos a todos los habitantes del caserón, en algo que las noticias dijeron fue un daño colateral de la guerra, encontrando en el patio tirado en el piso, y con un hilillo de sangre a quien dijo a su ingreso era amigo de Monsi, con un libro de Días de Guardar abrazado en sus manos, y una paloma blanca que comía un grano de arroz, mientras cerca de ahí enun televisor se escuchaba el enésimo mensaje en que se anunciaba “¡¡¡Vamos ganando la guerra contra el crimen!!!”

Por Roberto Gutiérrez F.

1 comentario:

  1. un cuento muy surrealista que se ajusta a la vida cotidiana de nuestro país en estos días de incertidumbre e inseguridad. Está bueno este cuento Roberto.

    ResponderEliminar