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sábado, 2 de julio de 2011

LLOVÍA A CANTAROS (Cuento)

Llovía a cantaros, como nunca antes se había visto quizás en el pueblo, que por unos días se volvió fantasmal y extraño entre tanta humedad. El sol naranja se volvió plomizo, y luego pareció derrumbarse todo convertido en un caudal inusual de agua.

Hasta ese día, Juventino Tartarino creyó que su vivienda construida de láminas de cartón y madera era segura, dado que puros ventarrones cuando mucho es lo que habría padecido en el lecho de la barranca, donde junto con muchos otros despatarrados formaron la colonia 15 de Marzo, Víctor Campos, generalísimo y héroe. Los servicios de emergencia desde hacía mucho habían dejado de acudir a prevenirles con el cuento aquel que vivían en zona de riesgo, y una fuerte tormenta podría, tarde o temprano, cargar patas de cabra; más aún, latosos e insistentes que los de la televisión, le andaban buscando chichis a la gallina, con sus reportajes que como dijera Mauricio Lumbreras, eran puros chismes y ganas de estar fregando al prójimo pues.

Ya nadie se acordaba de ellos, ni los empleados de la presidencia, ni los diputados, ni políticos que nada más iban en días de campaña y navidad para tratar de justificarse estar haciendo bien las cosas, regalándoles ropa y juguetes a los chiquillos desarrapados que salían de cuanto recoveco, ranchito, o choza se aparecía. Y sin embargo seguía lloviendo a cantaros, minutos, horas, días, eternidades donde ya nadie sabia cuando era de día, y cuando de noche; primero dirían las crónicas de los Diarios de aquellos días que captaron el testimonio de los pocos sobrevivientes, se escuchó un estruendo espantoso, terrorífico, dantesco, cada medio diversificó su criterio según su línea editorial, después, el mundo se les vino encima, un caudal inmenso por la mitad de la barranca comenzó a arrastrar todo lo que encontró a su paso, ramas, arboles enteros arrancados de raíz, gallinas, vacas, puerquitos, y hasta el burro del Tío Cleto, el mismo que utilizaba para acarrear leña a su casa, también se lo llevó la corriente.

“Nosotros se los dijimos a tiempo, pero no quisieron entender”, hablaba a manera de justificación Tereso Plata, comandante de la policía mientras intentaba sacar junto con sus elementos, el cuerpo de Ramón Martínez, que quedo atorado entre unas ramas, el de Pelasio Pérez, el de don Lupe El Gallero, que con todo y sus animales se lo llevó la corriente, el de Nicolasa García, y el de tantos otros que arrastro la corriente y nunca de los nunca se supo nada, porque desde hacía mucho tiempo en eso estaban convertidos, en nada.

Llovía a cantaros, las crónicas dijeron ya que se limpió el cielo que no se encontraron mas cuerpos, pero el número de quienes fueron a anotarse para recibir apoyos por ser presuntos damnificados, fue tal que bien se podría volver a poblar dos o tres veces la barranca, que valga decir quedó inhabitable, aunque mucho dijera la autoridad que así se encontraba desde antes, durante, y después de la tormenta.

Tiempo después; esto lo dijo un funcionario menor, una persona se presentó a solicitar se le permitiera utilizar ese predio abandonado para sembrar árboles, en el sitio solo había algunas cruces, un profundo olor a podrido por la salida de drenaje de una parte del pueblo, y una capa de tierra del olvido, la aprobación se le dió por parte de una funcionaria de la que nadie recordaría años después su nombre, esto por que al día siguiente comenzó a llover a cantaros.

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